viernes, 20 de diciembre de 2013

CHANTAJE Y EXTORSIÓN POR CAROLINA MOISES

 
 
Esa es la metodología del reclamo. En todos los aspectos, es la forma en que los actores sociales transitan sus demandas. Y es la forma en que esta débil democracia resuelve sus problemas.
Desde la leche derramada en las rutas argentinas en el 2008 hasta los aumentos salariales de las Policías Provinciales, pasando por las imposiciones mediáticas sistemáticas y los cortes de rutas y piquetes; es la forma en que los argentinos expresan sus condicionamientos ante un Estado que resuelve sus problemas a medias.
La crisis de representación demostrada en la Argentina con el recambio de cinco Presidentes en diez días que desemboco en el cacerolazo y el emblema colectivo “que se vayan todos”, persiste hoy con el debilitamiento de los canales de representación social y colectiva que antes ocupaban los partidos políticos, los sindicatos y las instituciones democráticas.
 
Los partidos políticos, canales tradicionales de las demandas colectivas, hoy limitan su actuación a los protagonismos electorales que escasamente reflejan las aspiraciones de sus seguidores, y a mantener discursos muy poco atractivos para la credibilidad de la ciudadanía. Casi eliminaron sus estructuras internas de acción y construcción política, reduciendo sus espacios de participación, y hasta eliminando a los actores militantes del debate de las problemáticas sociales. Con diferencias ideológicas imperceptibles entre ellos, especialmente en los partidos mas tradicionales, que desdibujaron en el correr de los años sus bases doctrinarias ante la necesidad de adaptarse al pragmatismo imperante y al espíritu de los tiempos, tratando de absorber en sus fuentes al mas variado arco ideológico. Y los nuevos partidos políticos, que solo simbolizan el vaivén de la clase media  argentina, especialmente concentrada en los grandes centros urbanos, generando alianzas y sosteniendo proyectos antagónicos de una elección a otra.
Los sindicatos mejoraron su fortaleza sistemica últimamente, gracias a un formato institucional en el que las leyes de agremiación de nuestro país facilitan la captación obligatoria de sus afiliados; y, por supuesto, al poder  político que les dio el peronismo desde sus inicios. Pero comparten con los partidos políticos la baja credibilidad de sus referentes, encorsetados en posturas dogmáticas, en muchos casos reelegidos a perpetuidad por un sistema cerrado de participación que genera privilegios sostenidos e inquebrantables dentro de las estructuras sindicales.
Y las instituciones del Estado han sufrido la arbitrariedad de sus conductores, con respuestas erráticas y coyunturales a las demandas colectivas , que generaron una distorsión en la solución de los problemas. La debilidad de los Poderes Judiciales provinciales es fruto del sistema de selección de los Jueces y funcionarios, totalmente politizado, en los que el merito y el desempeño son cuestiones sin peso relativo a la hora de evaluar las designaciones. La baja representatividad de los Poderes Legislativos, donde las listas sabanas y los sistemas electorales obsoletos privilegian el peso estructural partidario, el anonimato de las candidaturas y las reelecciones indefinidas. Y el éxito, o el fracaso de los Poderes Ejecutivos, que fortalecen o debilitan a los Gobiernos en el cortísimo plazo de dos años, con administraciones y modelos constitucionales pasados de moda, con escasa planificación de sus políticas publicas, y una dependencia casi absoluta del Gobierno central.
En este marco, los nuevos movimientos sociales se transformaron en los últimos años en las vedettes del sistema político, con metodologías violentas y clientelares, son los dueños de las demandas sociales. Usurpadores de los espacios de representación tradicionales o legítimos canalizadores de las demandas populares, lo cierto es que desvirtuaron los esquemas de negociación y acuerdo del Estado, en todos sus niveles, con la sociedad.
 
Que estructuras tan verticalistas como las fuerzas de seguridad hayan adoptado la metodología del chantaje y la extorsión, típificaciones delictivas, muestra la extrema debilidad del sistema político.
Observamos como el Estado se quedo sin la prerrogativa inalienable de su  poder de policía por unas horas y la anarquía desbordo en las calles como lava ardiente que emana de volcanes subterráneos; en forma de saqueos, robos y enfrentamientos civiles masivos.
El Estado se quedo sin armas de negociación, ante la violencia generalizada no pudo mas que preservar la vida de las personas, renunciando a su autoridad una vez mas.
Y como una bola de nieve, esta actitud le quito aun más poder, autoridad y representación.
 
Las estructuras sociales tradicionales están totalmente deterioradas; la familia, el sistema educativo, la religión, la condena social hoy forman parte de un modelo en transición, entre lo que fue y lo que será. Ninguno de estos espacios alcanza para albergar y contener un sistema ético y moral que dirija a algunos sectores sociales que hoy no se sienten contenidos en ningún ámbito.
Esas personas son las que no creen en nada, las que saben que hagan lo que hagan no habrá condena, que viven el día a día sin perspectivas de futuro, que encontraron en el quiebre de las normas establecidas la única manera de hacer realidad sus demandas individuales.
Son los que saben que con el corte de ruta es la única manera de llamar la atención. Son los que con el piquete logran que alguien los atienda. Son los que con las tomas de tierras consiguieron su terreno tras años de espera. Son los que usurpando viviendas lograron tener lo que el Estado no supo darles dignamente. Son los que quemando gomas resuelven sus demandas salariales. Son los que terminaron rompiendo todo y saqueando los comercios solo porque la policía no estaba.
Y del otro lado están los que siguen cumpliendo las reglas, los que pagan los impuestos, los que no esperan mucho del Estado salvo que mantenga el orden, los que trabajan y dan trabajo, los que estudian, los que invierten en este país; en definitiva, los que se van de vacaciones y cambian el auto cada dos años. Esos son los que por estos días salieron a buscar armas y palos y hachas y gas paralizante para defenderse. Esos son los que nunca pensaron en matar a alguien y sin embargo las circunstancias los encontraron enfrentados a sus instintos de preservación, no de sus vidas, sino de sus bienes. Esos son personas que vimos con furia parados frente a sus negocios y casas, armados con lo que encontraron, dispuestos a defenderse de sus propios compatriotas.
Y en el medio, toda clase de intereses contrapuestos. Y los tradicionales factores de poder de la Argentina, llevando agua para su molino. Especulando, para variar, sin importarles ni medir las consecuencias. Esos son los que piensan: “nosotros nunca perdemos, solo dejamos de ganar”. Y en ese juego perverso que ellos juegan, todos somos marionetas en una obra en la que nadie sabe el argumento, ni el desenlace. Porque donde muchos pierden, siempre algunos ganan.
 
Que triste país, que triste democracia. Que pobres que somos, todos pobres seres humanos. Algunos enfrentados a las miserias materiales, todos enfrentados a las miserias humanas. Algunos asumiendo el dilema moral de la supervivencia individual sobre la construcción colectiva, otros sin el menor peso ético sobre sus actos. Muchos actuando irresponsablemente ante la posibilidad del anonimato de la masa, otros obrando intuitivamente  ante la brutalidad y violencia colectivas. La minoría sorprendidos, por los demás y por ellos mismos; la mayoría, asustados y muertos del miedo ante la incertidumbre y el desasosiego.
Y del chantaje y la extorsión, fuimos en un solo paso, a la destrucción y a la muerte.
 
No es correcto festejar los 30 años de democracia negando la realidad. No es correcto invisibilizar los más de 12 muertos en una semana. No es correcto negar la realidad. Seria mucho mas sano aceptarla. Es la única manera de empezar a entenderla, y a modificarla.
Muchos dijeron esta semana que somos una “democracia en pañales”. Yo diría que todavía estamos en la sala de neonatología. Sin dudas la democracia nació para quedarse, no toleraremos regimenes autoritarios, ni militares ni de ningún tipo. Pero sin dudas también, la representación popular todavía no es el reflejo de nuestra sociedad, porque los canales que tradicionalmente reflejaron esa representación hoy están en crisis. Como esta en crisis nuestra sociedad, que aun no madura en un sistema en el que el secreto es que el derecho de uno termina donde empiezan los derechos de los demás.
Ciertamente, tenemos mucho para honrar en estos 30 años; enumerar los logros seria larguísimo e innecesario; en definitiva, cada uno de nosotros sabe lo importante que es vivir en libertad.
 
Y tenemos mucho que construir todavía para que podamos empezar a crecer y ponernos los “pantalones largos”. Y allí esta la responsabilidad de las Instituciones del Estado, de redefinirse y legitimarse con el poder que les confiere la Constitución Nacional y la voluntad popular. La responsabilidad de los partidos políticos y los sindicatos de redefinirse y volver a ser los verdaderos representantes de las demandas sociales. La responsabilidad de los Movimientos Sociales de encauzar su participación según las reglas del sistema político. La responsabilidad de los factores de poder de entender que cuando ganan todos, ellos también pueden ganar, pero en el largo plazo. La responsabilidad de cada uno de nosotros de mirarnos al espejo y decirnos, sinceramente, como hacemos y que aportamos para que cada día construyamos un país en el que valga la pena vivir…y morir.


 

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