Olivos, pasadas las 10 de la noche. Llueve y no puedo evitar los recuerdos que durante todo el día me persiguieron después de haber leído: “La edad de la militancia”, una nota de opinión de Claudia Fernández Chaparro publicada en Página/12 (Pág. 15).
No conozco a su autora, pero sí los hechos relatados, con tanta nitidez como si pudiera verlos y sentirlos en lugar de leerlos.
Octubre de 1974. Néstor viaja a Río Gallegos. Llevaba el cuerpo de su entrañable amigo el ”negrito” Águila, militante peronista que había muerto luego de una enfermedad, en La Plata, ciudad donde ambos habían ido a estudiar.
Como señala Claudia, a quién me gustaría conocer, eran tiempos de fuerte agitación y de pasiones políticas. Pero el clima se fue enrareciendo. En todo el país. En Santa Cruz también.
El 7 de octubre de 1974, Isabel Perón interviene el Poder Ejecutivo provincial, destituyendo al Gobernador Constitucional Jorge Cepernic. Sí, el mismo que Claudia recuerda, con cierta amargura, ganando las elecciones del 11 de marzo 1973 con un contundente 47,9% de los votos.
Entendible la amargura de Claudia a sus 8 años. Hija de militantes radicales junto a los que participaba en actos, caravanas y volanteadas del partido. Sí, Claudia tenía 8 años y se sentía militante del Partido Radical.
Con Néstor y el cuerpo de su compañero, llega a Santa Cruz la Intervención Federal y fuerzas especiales al mando del Comisario Margaride.
Margaride, nombre que tal vez muy pocos recuerdan, pero que se hizo famoso en los años 60’ durante la dictadura de Onganía por prohibir y perseguir a los que se besaban en las plazas.
Que cosa no? Parece que estuviéramos hablando del Medioevo. Pero no, hablamos de la Argentina del Siglo XX.
Después se hizo más famoso aún, pero por cosas peores. A partir de la intervención y de la llegada de Margaride, comienzan las órdenes de detención para los miembros de la Juventud Peronista que apoyaban al Gobernador Constitucional. Néstor era uno de ellos.
Llega a su casa y sus padres le dicen que allanaron y que lo andan buscando. Néstor rápidamente se dirige a la casa de distintos compañeros para avisarles que se vayan, que los van a ir a buscar.
La última en ser avisada es Lili Manteca Acosta, que junto a su compañero vivía en un departamento de la Galería Roca, allí donde estaba la confitería Le Mans, propiedad del padre de Claudia.
Cumplida la tarea y sabiendo que indefectiblemente lo iban a encontrar, decide ir a esperarlos a la confitería, a escasos metros del portero eléctrico por el que había dado el alerta a Lili.
No se equivocaba y no pasó mucho tiempo. Al grito de “quien es Kirchner, quien es Kirchner”, la patota irrumpe armada hasta los dientes en Le Mans.
Néstor se para y dice: “Yo soy Kirchner”. Fernández Nicolaides, dirigente radical y militante balbinista, intenta defenderlo. Dardo Biele, otro radical que se encontraba en el local junto a Néstor, también protesta. Se los llevaron a todos.
Fernández Nicolaides y Biele gritaban: “somos radicales!”. Fue inútil. Si estabas junto a uno de la JP y además lo habías defendido, no había salvoconducto posible.
Siempre me acuerdo de Néstor ni bien regresó a La Plata, contándonos el episodio y riéndose. Nunca pudieron borrarle la alegría y el optimismo. Será por eso que habrá llegado a Presidente?
El tenía 24 años, la edad de nuestra hija Florencia. Bastante más que los 8 años de aquella Claudia, militante radical. También más que los 11 de Casey Wander, el nene entrevistado por tv en el homenaje a Néstor, que hablaba con pasión y convicción de sus ideas.
Que paradoja. Algunos maltrataron a Casey cual Margarides contemporáneos. Por suerte ya no encuentran policías para detenerlo y llevarlo preso por hablar de política.
En realidad no se trata de suerte. Se trata de otra Argentina. De cambio y nuevos tiempos. De Democracia en serio y a fondo. Irreversible, como le gusta decir a algunos.
PD: También me gustaría conocer a Casey. Después de todo es más grande que Claudia cuando militaba en los 70’ en el Partido Radical.
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